El alimento para el alma
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El pecado es una transgresión voluntaria de los preceptos de nuestra fe, cometerlos es dañar nuestra alma de poco a poco, te llena de vacíos en la vida y lo peor te impide ver con claridad cuando se debe hacer un acto de contrición.

Es tan peligroso que resulta ser el arma del maligno más determinante para frenar nuestra comunión con Dios. Y recordemos aquí algo importante, Dios nos escucha, aunque estemos en pecado, pero es más difícil acercarnos porque nuestro espíritu está debilitado y sufriendo.

En definitiva, cuando no sentimos confianza en la divina misericordia de Dios por culpa de nuestros pecados, se pone en duda la dignidad y el merecimiento de hablar con el Padre celestial, nos atormentamos y seguimos pecando por querer lograr cubrir un vacío que no podremos llenar así; En caso de morir teniendo pecados mortales nuestra alma se condena a un sufrimiento eterno.

Tengamos presente siempre que cuando más pecador y más indigno me siento, es exactamente donde Jesús desea obrar y sanar. Busquemos su palabra de sanación, busquemos su palabra de vida, y no permitamos ese vacío del alma que nos llevará a una condena eterna.

«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí» (Juan 14:6)