El noveno mandamiento dice "No consentirás pensamientos ni deseos impuros". Este mandamiento se refiere a la concupiscencia (deseo muy fuerte) de la carne y prohíbe los deseos desordenados, los malos deseos contra la castidad y los malos pensamientos.
No sólo no se debe desear a la mujer del prójimo, sino nada que le pertenezca. Aunque se mire o se desee a alguien casado con malos deseos, ya se comete pecado de adulterio en el corazón. La mejor forma de evitar la concupiscencia de la carne es manteniendo un corazón puro y teniendo siempre presente a Dios en nuestros pensamientos, para que nos ayude a no caer en el pecado, y a alejar rápidamente cualquier pensamiento o fantasía indeseable.
Obviamente mantener un corazón puro es difícil pero no imposible, siempre y cuando se rece, se practique la castidad y no se aleje de la buena intención y de la mirada pura.
La intimidad de la persona siempre está preservada con el pudor, de este modo se dignifica sí misma y en relación con los demás.