Convertirse es hacer que nuestra vida cambie de dirección, si íbamos a la izquierda, ahora vamos a la derecha. Si vivíamos actuando mal significa comenzar a vivir actuando bien.
La Iglesia nos enseña que la salvación es un don gratuito de Dios, o lo que es lo mismo, un regalo que nos ha sido otorgado inmerecidamente. Y ese regalo de la salvación lo recibimos por medio de la fe.
Convertirse significa salir de una situación materialista, naturalista y humana, para adoptar una actitud angélica, sobrenatural y divina; olvidar los problemas banales para ponerse en una nueva perspectiva, no más la del tiempo, sino la de la eternidad, es decir, la del Reino de Dios.
Está en nosotros como hermanos ser tierra buena, tomar la decisión ahora de comenzar a alimentarnos de la palabra de Dios a diario y practicarla. No dejemos que el enemigo nos arranque la palabra de Dios, o que las preocupaciones de la vida la ahoguen. La clave es hacer de esto una regla para nuestra vida.
«Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.»” Mateo 4,17