El quinto mandamiento dice "No matarás". Este mandamiento prohíbe hacer daño a la vida de los demás y a la propia, desear que a otros les vaya mal y hacer o decir cosas que ofendan al prójimo. Quitar la vida a otro o quitársela a si mismo es pecado porque la vida es de Dios y sólo Él puede quitarla, nadie más. Es un error creer que si uno se suicida se acaban las penas, ya que realizando este acto lo que en realidad comienza es un mal peor que es el castigo en la eternidad.
Los principales pecados contra este mandamiento son el aborto, el duelo, el homicidio, el suicidio, los golpes culpables, los insultos, las peleas, el odio, la ira, los deseos de venganza, las heridas, la embriaguez, las drogas alucinógenas, el no cuidar la salud, fumar, maldecir a otros, el mal ejemplo, el secuestro, el terrorismo, el exceso de velocidad, la eutanasia, el escándalo, etc.
Para evitar este pecado se debe practicar la legítima defensa, ya que se debe hacer respetar el propio derecho a la vida o defender la vida de otro, por lo tanto el que defiende la vida debe recordar que no es culpable de homicidio.