El octavo mandamiento dice "No levantar falso testimonio ni mentir". La gravedad de la mentira depende de las intenciones de quien la dice y del daño que la mentira produce, ya que si éste es grave o la intención es muy mala, puede pasar de pecado venial a mortal.
Los pecados principales contra este mandamiento son: la mentira, el chisme, la murmuración, la calumnia, el falso testimonio, el perjurio, la maledicencia, la adulación, la vanagloria, la ironía, juzgar mal a los demás, revelar secretos que nos han confiado, etc.
Los que pecan contra este mandamiento tienen la obligación de retribuir la honra y la buena fama que le han quitado al otro hablando bien sobre él. El verdadero cristiano debe ir siempre con la verdad, y además debe dar testimonio de la verdad del Evangelio, aunque en ello vaya su propia vida, como sucede con el martirio.