En la vida de pareja, tal vez lo más difícil es la condición de no exigir reciprocidad, pues muchas veces es preciso renunciar al derecho que tenemos de ser compensados por algo que nos ha hecho el otro; igualmente, no siempre nos es solicitado el perdón, ni contamos con la humildad y el reconocimiento de quien nos ofendió. Es más sencillo cuando podemos ver el arrepentimiento del otro y los deseos de enmendar su proceder, pero muchas veces las personas nos ofenden o nos hacen daño sin darse cuenta.
El arrepentimiento, la verdadera humildad del otro ante su error es un elemento muy importante para facilitar el proceso de la reconciliación; exige desarrollar una visión comprensiva del otro y hacernos cargo de nuestras emociones y del efecto que éstas han generado en los demás. También el sentido del perdón es tener la oportunidad de enmendar el error, generar actos de reparación del daño y, a través de ellos, obtener tranquilidad y aprendizajes importantes para la vida.
Sobre todo, es importante tener en cuenta que el perdón posee dimensiones trascendentales; reconstruye la relación herida y maltratada y su efecto va más allá de la pareja: afecta positivamente a los hijos, familiares y amigos.
"Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?, Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete." (Mateo 18;21-22).