El alimento para el alma
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Es probable que sientas que Dios debe estar castigándote por alguna razón; y te preguntas en forma de reproche "¿Por qué a mí?", y Dios no te ha abandonado y no te ha castigado. Por cualquier cosa que estés pasando la promesa de Dios es que él te verá y te dará la fortaleza y dirección necesaria, comprende que él entiende cómo sientes, que él sabe más sobre tu situación que tú, y que él la conocía antes que te sucediera. Incluso él comenzó a obrar en una solución antes de que te ocurriera. La realidad es que Dios no está en contra de nosotros. 

Tan solo con un poco de paz y sin pensar en culpables, podemos hacer una mejor pregunta "Señor, ¿qué quieres de mí?"; una pregunta para tener en el corazón, para repetirla en la vida, en cada circunstancia, para llevar a donde quiera que vayas. Esta nueva pregunta nos lleva a la vida hacia lo mejor porque es un diálogo continuo con nuestro creador, Dios; y, además, al enseñarlo a nuestros hermanos hacemos un gesto de amor lo suficientemente significativo como para cambiar el mundo, un detalle amoroso que daña lo terrenal y que hasta el niño más herido será capaz de sonreír al decirlo.

No Preguntar: “¿Por Qué me robaron? ¿Por Qué a Mí, Dios?”
O preguntar mejor: "Señor, ¿qué quieres de mí que me han robado?"

 

«Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.» (Juan 16:33)