El alimento para el alma
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Nos es fácil poder imaginar estando en un lugar de paz, felicidad y amor eterno; y eso es lo que nos ha prometido nuestro señor Jesucristo, quien en un sin número de ocasiones nos habló del cielo, el lugar donde tendrá pan el hambriento, el hogar de su Padre que posee muchas viviendas, del agua que sacia definitivamente la sed, etc.

Es increíble poder saber que no existirá más muertes, ni dolor, no habrá cáncer, guerras, ni violencias, no más sufrimiento. Una recompensa muy alta para un precio muy bajo, el de poder guardar los mandamientos de nuestro creador; estamos hablando de una existencia divina en una dimensión diferente, sin tiempo, sin fronteras, con nuevas actividades y pasatiempos que nunca hemos soñado y tan solo por ser un cristiano que entra por la puerta estrecha, que toma su cruz cada día y que ama al prójimo como a sí mismo. Un precio muy bajo para alcanzar algo más allá de nuestra imaginación.

Poder llegar al cielo es nuestra misión como cristianos y para ello debemos estar en gracia con Dios, maravillados por lo que es capaz de hacer y pensando siempre que el cielo será mucho más de lo que hayamos podido imaginar.

«En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios e intelectuales y las has revelado a los pequeñuelos.» (Mateo 11:25)