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familia, amor, misión, salvación, Jesús, Dios, bautizo

Lecturas: Jeremías 1, 4 – 5, 17 - 19.   Salmo 71, 1 – 6. 15 – 17.

Como católicos bautizados, somos llamados a ser sacerdotes, reyes y profetas. Tal es nuestro destino. Esto es muy parecido al profeta Jeremías. “Antes de formarte en el vientre te conocí, antes de que nacieras, te dediqué a ser un profeta de las naciones que te nombré” (Jer 1: 5). La intención de Dios desde la eternidad es que proclamemos la palabra de Dios hasta los confines de la tierra.

Desde el momento en que fuimos concebidos y nacidos, miramos a Dios. “Tú eres mi esperanza, Señor; Mi confianza, Dios, desde mi juventud. De ti he dependido desde mi nacimiento; desde el vientre de mi madre, tú eres mi fuerza"   (Sal 71, 5 - 6ª). Si Dios nos va a usar para su trabajo divino, entonces nos prepara formándonos en nuestro hogar y en nuestra vida familiar.

Entonces, como discípulos de Jesús, debemos obedecerle. Debemos hablar lo que Dios nos manda a hablar. Dios le dice a Jeremías: “Pero tú, prepárate; levántate y diles todo lo que yo te mando”   (Jer 1, 17a). ¿Y qué nos manda Dios hoy? Es proclamar el Evangelio de la salvación en Jesús. “Mi boca proclamará tu justicia, día tras día, tu salvación”   (Sal 71, 15a).

¿Qué nos hace todo esto? Ser familias en misión. Estamos formados en la familia, para que Dios nos envíe a cumplir su misión. “Dios mío, Tú me has enseñado desde mi juventud; hasta el día de hoy tus maravillas hasta hoy”    (Sal 71, 17).

 

Traducido por: 

Diácono Permanente: Alberto Morales Sáenz de Viteri